Un día nos levantamos con ganas de todo, de comernos el mundo si fuera preciso, de superarnos a nosotros mismos, de llevarnos todo el día sonriendo, con ganas de saltar, de correr sin pararnos a pensar o a mirar hacia atrás, con unas ganas inimaginables de vivir, de vivir todos los segundos, todos los minutos y todas las horas que hagan falta, de disfrutar del tiempo que nos queda.
Pero somos tan sumamente imbéciles que cualquier gilipollez nos apaga, e igual que nos levantamos con ganas de comernos el mundo nos acostamos con ganas de morirnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario